La era de la experiencia: una historia de reconexión

“Viví la experiencia”. Hoy escuchamos esta frase en todos lados: en la gastronomía, en las bodegas, en el turismo. Todo parece girar en torno a una palabra que, de repente, se volvió esencial. Pero ¿realmente fue de repente? Yo no lo creo. Para entender por qué las experiencias están en boca de todos, tenemos que mirar hacia atrás, a ese momento donde el mundo se detuvo.

Un giro inesperado

Cuando llegó la pandemia, de un día para otro nos encontramos aislados. Prohibido salir, abrazar, conversar frente a frente. Vivíamos detrás de pantallas, atrapados en un mundo virtual que, aunque funcional, nunca pudo reemplazar lo humano. Recuerdo lo extraño que era caminar por calles vacías o escuchar el silencio en ciudades siempre llenas de ruido.

Y cuando, poco a poco, volvimos a salir, algo había cambiado. El aire fresco ya no era un dato menor; era un privilegio. Pasear al sol, charlar en persona, incluso sentir el aroma del café recién molido en una cafetería, cosas que antes pasaban desapercibidas, ahora tenían un nuevo valor. Queríamos más que ver; queríamos sentir.

El despertar de las marcas

Esa necesidad de sentir, de volver a conectarnos con nuestro entorno, también transformó nuestra forma de consumir. Ya no nos basta con una buena comida o un producto de calidad. Queremos que nos movilicen, que nos hagan vivir algo único. Queremos experiencias.

Las marcas que entendieron este cambio fueron las que lograron destacarse. Un restaurante dejó de ser solo un lugar donde se come bien. Ahora es un espacio que cuenta una historia, donde cada detalle, desde la iluminación hasta el diseño de los platos, busca que vivas algo inolvidable. Lo mismo sucede con las tiendas; ya no se trata solo de vender un producto, sino de invitar al cliente a entrar en un universo que conecte con sus emociones.

El alivio para los diseñadores

Como diseñadora, puedo decir que este cambio fue un respiro. Durante un tiempo, parecía que el mundo online iba a arrasar con los espacios físicos. Pero no sucedió. Y no sucederá. El consumidor ha cambiado, y con él, las reglas del diseño. Ahora, cada proyecto es una oportunidad para crear algo que trascienda lo estético, algo que toque el corazón de las personas.

Los locales comerciales se han transformado en escenarios donde las marcas interactúan con sus clientes, no solo a través de lo que venden, sino de cómo lo hacen sentir. Crear estos espacios es un desafío, pero también un privilegio.

Conclusión

Hoy, más que nunca, diseñar es crear experiencias. Espacios que cuenten historias, que emocionen y que hagan que las personas quieran volver una y otra vez. Y esa es la magia del diseño comercial: no solo proyectamos paredes y muebles, diseñamos momentos. Porque, al final del día, lo que realmente queda es la experiencia.

Por María José
Directora Creativa
Interiores Maluk