En Piano Rojo, el vino no se sirve: se siente.
Cada rincón fue pensado para invitar al encuentro, al disfrute lento, a las charlas que se alargan sin mirar el reloj. Un espacio donde diseño, aroma y emoción se entrelazan en una experiencia que perdura.
Dicen que las grandes ideas nacen de una copa de vino.
Piano Rojo nació de muchas.
Lo que fue una cochera en pleno Palermo, se transformó —desde cero— en un universo sensorial. Un lugar donde cada rincón invita a quedarse, descubrir y brindar. Donde el vino no solo se vende: se siente.
Desde Interiores Maluk acompañamos a los fundadores desde el inicio, dándole forma a una marca con alma. Creamos su identidad visual y un espacio que traduce en experiencia aquello que ellos imaginaban: exclusividad, calidez y arte.
El piano —rojo, majestuoso— no solo da nombre al local. Es el corazón del concepto. Rodeado de luces tenues y madera cálida, no está ahí para decorar, sino para sonar. Para vibrar como vibran las copas cuando algo bueno está por pasar.
Diseñamos una cava vidriada para catas privadas, una vinoteca envolvente donde el producto se luce, y una barra operativa que equilibra función y estética. Cada zona tiene un propósito, pero todas comparten una misma intención: invitar a quedarse un rato más.
El resultado es un espacio que no grita, pero sí deja huella. Que se siente íntimo, aunque sea comercial. Que no responde a tendencias, sino a una idea clara: el vino no se vende con etiquetas, se vende con experiencia.
Y esa, justamente, fue nuestra mayor apuesta: convertir una idea en un espacio que emociona.